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Un ejemplo del trato que recibieron estos soldados lo encontramos en Charleston durante el verano de 1863. La atención recibida pero también las penalidades que sufrieron ilustran las dificultades que tuvieron las autoridades confederadas para determinar el estatus de los soldados afroamericanos capturados. Uno de los sitios donde fueron encarcelados los afroamericanos fue la prisión militar de Castle Pinckney en el puerto de Charleston. Los prisioneros del ejercito de la Unión, blancos y negros, marcharon juntos por las calles de esta ciudad y fueron insultados por sus ciudadanos antes de ser separados por razas y conducidos al hospital o a la prisión local.

Cerca de 50 soldados negros fueron “encarcelados en Charleston”, según escribió un soldado de color. “No están confinados en celdas –dice el testimonio–, pero el trabajo voluntario para salir al patio está permitido. Su comida consiste en un trozo de carne cada día. No reciben de las autoridades confederadas nada más que esa carne, y algunos no tenían nada de comer”. La confusión en Charleston sobre el estatus de los prisioneros negros fue emblemática en todos los campos de la Confederación.

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Un afroamericano prisionero en Mobile, Alabama, declaró ante otros compañeros que “nos pusieron a trabajar en las fortificaciones. Era un trabajo duro con un trato inhumano, si malentendías una orden, o te rezagabas o vacilabas, nos azotaban”. En octubre de 1864, en esta misma ciudad la prensa local publicó un listado con los nombres de 575 soldados negros, prisioneros del 106, 110 y 111 U.S Colored Troops (USCT) o tropas afroamericanas. Pero también hay testimonios que describen que en esa misma ciudad una antigua casa de confección de algodón fue convertida en una prisión para 500 prisioneros de color, donde fueron atendidos por un cirujano de la Confederación que curaba las heridas de muchos de ellos.

El 30 de julio de 1863, se publicó una orden de la Unión por la cual “la ley de las naciones no permite la distinción por motivo del color a los prisioneros de guerra y si el enemigo los convierte en esclavos o los vende, la ofensa podrá ser vengada con los prisioneros en nuestra posesión”. Es decir, si la Confederación ejecutaba a un prisionero, la Unión tomaría represalias, y si los esclavizaba, los soldados confederados “serían destinados a trabajos forzados”. El presidente sureño Jefferson Davis denunció públicamente esta ordenanza de Lincoln.

Durante los dos primeros años de la guerra, los prisioneros de ambos bandos eran intercambiados de manera regular. Como los confederados rechazaron considerar a los afroamericanos como prisioneros de guerra, la Unión deshizo el pacto no escrito de intercambio entre ambos ejércitos. Eso sí, la Confederación eligió usar el rechazo de intercambio de prisioneros para utilizarlo en beneficio propio en sus campos de prisioneros como recoge la película “Andersonville” (1996), donde retrata uno de las peores zonas de internamiento para los soldados unionistas.

En 1864 después de la batalla de Olustee, Florida, muchos soldados negros fueron hechos prisioneros y confinados en Andersonville. En el campo, los prisioneros negros, y sus oficiales blancos, se establecieron por su cuenta, segregados en un área cercana a la puerta sur, en un sitio llamado “the Negro Squad” porque fueron discriminados por sus compañeros prisioneros blancos y por los guardas confederados. Los guardas de Andersonville fueron especialmente duros con los prisioneros negros: “Algunos de estos [soldados negros] están heridos, y los rebeldes se niegan a darles nada a ellos. No reciben medicina o tratamiento médico”, reconoció un soldado blanco prisionero en el mismo campo.

El ostracismo de sus compañeros de armas contribuyó a la miseria de los soldados negros en todos los campos y prisiones confederadas. Un soldado de Massachusetts, encarcelado en Charleston escribió “Las privaciones de los soldados blancos no son nada comparadas con las nuestras…empezamos aquí sin amigos, en manos del enemigo, sin tener noticias de nuestras familias o amigos desde que nos capturaron”. Por otro lado, un oficial blanco encarcelado en Danville, Virginia, concuerda con este diagnostico. “Los soldados negros sufren mucho. Sesenta y cuatro de ellos viven en prisión de Danville. Cincuenta y siete de ellos murieron el 12 de febrero de 1865. Yo lo vi, y hablé con siete de los supervivientes.”

Hoy en día, se desconoce cuántos soldados negros fueron ejecutados antes o después de rendirse o en los campos de prisioneros sudistas. Menos conocida es, por otro lado, la historia de los soldados negros obligados a luchar en las filas del Sur. Pero esa, es otra historia.

Bibliografía:

Taylor Cornish, D. “The Sable Arm: Black Troops in the Union Army, 1861-1865. University of Kansas 1987

Glatthaar, Joseph, Forged in Battle, The Civil War Alliance of Black Soldiers and White Officers. Free Press 1990

McPherson, J., The Negro’s Civil War: How American Negroes Felt an Acted during the War for the Union. Pantheon Books, 1965

Filmografía:

Tiempos de Gloria, (1989)

Andersonville, (1996)